Hoy lunes estrenábamos semana y dábamos la bienvenida a otros compañeros que se incorporaban a nuestra gran familia de los compis del campa.

Para ellos todo era nuevo y los veteranos tenían la obligación de ir anunciando los pasos que se irían sucediendo (no en vano ya están hechos unos expertos en su tercer día de campamento).

Es curioso cómo, cuando llegan el primer día, a algunos peques les cuesta esbozar una sonrisa al despedirse de sus padres; mientras que, cuando vienen a buscarlos por la tarde, suelen poner cara de alegría por el reencuentro.

Desde el segundo día observamos un cambio radical: al dejarlos casi se les olvida despedirse de los papis y, cuando se les llama para marcharse, acuden a regañadientes. ¡No se creen que ya haya llegado la hora de volver a casa!

Esta tarde, durante el taller de telemensajes, un niño de cuatro años exclamaba: “¡Qué bien me lo he pasado hoy!” mientras decoraba su buzón. Nos sigue sorprendiendo cuando, al hablar con su madre, nos cuenta que se ha despertado a las seis de la mañana pidiendo que lo trajera al campamento.

 

Sirva el ejemplo de este pequeño para la tranquilidad de todos los padres de aquellos niños que se vayan incorporando: recordad que si el primer día os cuesta dejarlos, a partir del segundo lo que os cuesta es sacarlos del campamento. De ahí, la cantidad de niños que prolongan su estancia.

Flor     

Coordinadora